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sábado, 18 de abril de 2015

III Domingo de Pascua 2015

Abril 19 de 2015

Evangelio según San Lucas 24, 35-48


Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: «Paz a ustedes.» Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu, pero él les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso? Miren mis manos y mis pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.» Y dicho esto les mostró las manos y los pies.Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?» Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado y una porción de miel; lo tomó y lo comió delante ellos. Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí.» Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras. Les dijo: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto.» 

Palabra del Señor - Gloria a ti Señor Jesús




Reflexión:

El camino para llegar al reconocimiento de la verdad de Dios no es otro que entender las Escrituras. Ya lo decía san Jerónimo: "Desconocer las escrituras es desconocer a Cristo". El creyente tendrá que aprender a relacionar su historia, una historia de revelación con una historia de palabra de Dios no se revela de pronto, sino que Él es Dios de la historia. La máxima revelación es Jesucristo, que nos mostró el rostro de Dios. Sin embargo, muchas veces nos cuesta creerlo porque nuestra mente está embotada. Pidamos, entonces, la luz del Espíritu para que también nosotros podamos entender las Escrituras y todo lo que allí está escrito sobre Jesús; que transforme la duda y el temor en alegría inmensa, porque Jesús ha resucitado y viene nuestro encuentro en persona y no bajo el aspecto de un fantasma.


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