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sábado, 15 de marzo de 2014

Evangelio II Domingo de Cuaresma

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-11):

Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente: su cara brillaba como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaba Pedro todavía hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube dijo: «¡Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido, escúchenlo!» Al oír la voz, los discípulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jesús se acercó, los tocó y les dijo: «Levántense, no tengan miedo.» Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.» Los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los maestros de la Ley que Elías ha de venir primero?» Contestó Jesús: «Bien es cierto que Elías ha de venir para reordenar todas las cosas.

Palabra del Señor.




La Transfiguración de Jesús

Para poder entender mejor el relato que nos describe el Evangelista San Mateo es necesario comprender que significa la palabra "Transfiguración" Esta proviene del griego y significa que es una transformación de algo e implica un cambio de forma de modo tal que revela su verdadera naturaleza. 

En el caso de Jesús es un cambio de apariencia, para mostrar su gloria. Jesús se transfiguró en el monte Tabor, que se se encuentra en la Baja Galilea, a 588 metros sobre el nivel del mar. Este acontecimiento tuvo lugar, aproximadamente, un año antes de la Pasión de Cristo. Jesús invitó a su Transfiguración a Pedro, Santiago y Juan. A ellos les dio este regalo, este don. Ésta tuvo lugar mientras Jesús oraba, porque en la oración es cuando Dios se hace presente. Los apóstoles vieron a Jesús con un resplandor que casi no se puede describir con palabras: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos eran resplandecientes como la luz.
Indudablemente, el propósito de la transfiguración de Cristo en al menos una parte de Su gloria celestial, fue para que el “círculo íntimo” de Sus discípulos, pudieran tener una mayor comprensión de quien era Jesús. Cristo experimentó un cambio dramático en Su apariencia, con el fin de que los discípulos pudieran percibir Su gloria. Los discípulos, quienes solo lo habían conocido en Su cuerpo humano, ahora tenían una mayor conciencia de la divinidad de Cristo, aunque no podían comprenderla plenamente. Eso les dio la seguridad que necesitaban después de escuchar las terribles noticias de Su inminente muerte.



Simbólicamente, la aparición de Moisés y Elías representaba la Ley y los Profetas. Pero la voz de Dios desde el cielo – “¡A Él oíd!” – muestra claramente que la Ley y los Profetas deben cederle el paso a Jesús. Aquel que es el nuevo camino vivo que reemplaza el antiguo; Él es el cumplimiento de la Ley y las incontables profecías en el Antiguo Testamento. También, en Su forma glorificada, ellos vieron un atisbo de Su futura glorificación y entronización como Rey de reyes y Señor de señores.



Santa Teresita explicaba que es sentirse “como un pajarillo que contempla la luz del Sol, sin que su luz lo lastime.”












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